viernes, 20 de febrero de 2009

Poetas del Mundo

Poetas del Mundo es una página web que recoge los mejores exponentes de la poesía contemporánea en nuestro tiempo. En ella, podrás encontrar autores de todas las nacionalidades. Para comenzar tu búsqueda sólo debes hacer click en el continente de tu escritor y luego buscar su país de residencia y listo.

Esta página se enorgullece de contar con la presencia de reconocidos poetas que figuran como embajadores y embajadores honorarios entre los que encontramos en América: Manuel Lozano, Argentina; Francisco Azuela, Bolivia; Thiago de Melo, Brasil; Jorge Etcheverry, Canadá; Bella Clara Ventura, Colombia; Paola Valverde Alier, Costa Rica; Juana García Abás, Cuba; Simón Zavala Guzmán, Ecuador y Nicanor Parra para Chile.

Puedes acceder a esta página a través del siguiente link:

martes, 17 de febrero de 2009

Selección de cuentos de Santiago en 100 palabras

OTROS

Su boca carnosa era como un imán para mis labios, me acerqué y en un segundo nos juntamos en un beso. Era un día cálido, pero la tarde amenazaba con retirarse en cualquier momento, así que, luego de un rato, decidimos partir con ese leve tambaleo que tienen los pies después de unas cervezas. Tomamos nuestras cosas y dejando atrás el río, caminamos hacia la carretera abrazados, con la mirada un poco más brillante que al llegar, aunque él continuaba anhelando otras gentes, otros lugares, otros problemas, otras responsabilidades, otros afectos…La verdad es que el amor viene en frasco chico.

EL ESPECTADOR SILENCIOSO



Me preguntó por qué llegamos a ese extremo y yo no supe que decirle, se enjugó las lágrimas del rostro y con un beso en la frente coronó nuestra despedida. Todos los recuerdos quedaron sepultados bajo su mirada algarabía, mientras tomaba su chaqueta y yo, sola como siempre, quedaba circunscrita a la pequeña casa. Me tocaba el vientre con ambas manos y mi bebé ahora se movía con un leve compás. Vivía y eso me tranquilizaba. Lo único que deseaba era olvidar la escena de la noche anterior, pero en mi rostro permanecía la marca de su mano aún visible.

martes, 10 de febrero de 2009

Ingrid Lobos Inzunza se encuentra en las siguientes páginas de escritores en español:
Red Mundial de Escritores en Español:

La Voz de la Palabra Escrita Internacional:
http://hispanoramaliterario2.ning.com/
Revista Avance Cultural:
Poetas del Mundo:

3º Lugar regional en concurso nacional de narrativa FUCOA

EL LANCHERO DEL LAGO DE LA NOCHE ESPANTOSA

La noche parecía tragarse el Ranco, mientras un céfiro frío y sorpresivamente desmedido azotaba cada vez con mayor fuerza la cara del lanchero como empujándolo hacia su desgracia.

–Es mejor que regresemos mijita, ya empezó este viento de mierda –vociferó el viejo, mientras en el asiento la única pasajera retenía el grito provocado por sus contracciones.

–No me diga eso, don Ernesto –le suplicó la joven–. ¡No ve que estoy sola en casa y me siento mal!

–Bueno ¿Y su marido?

–El Juan me dijo que se iba a volver esta tarde de La Unión, pero no llegó.

–Por la chita, el huevón irresponsable. Apuesto que partió de nuevo para Valdivia a tomar de seguro –le dijo el hombre molesto por la situación de desamparo en que se encontraba la humilde mujer.

–No, si anda trabajando. Fue a vender dos corderitos que le encargaron.

–Usted, Carmencita, que no se canse de defender a ese borracho. Dónde se ha visto que un buen marido deje sola a su mujer a punto de parir y con dos chiquillos. Al menos le habrá dejado algo de plata.

–Sí, me dejó dos mil pesos para que le encargara a la señora Clemencia alguna cosita que necesitara del otro lado.

–¿Y ese acaso no sabe lo cara que están las cosas que le deja unas cuantas chauchas?

–Es que no pudo dejarme más que eso –trataba de explicarle la joven con una voz extenuada–. La situación desde que nació el José se ha puesto cada vez más difícil. Hay veces en que no me queda otra alternativa que mandar los niños unos días donde mi hermana para que puedan comer.

–Mi mamá cuando estaba viva siempre decía: “donde se llena la guata uno almuerzan siete”. A nosotros jamás nos faltó el pan sobre la mesa. La vieja se las rebuscaba con mi padre para que todos los días fuéramos a la escuela desayunados y volviéramos a cenar en la tarde –le comentó el hombre orgulloso a la mujer y luego continuó–. El problema en su casa es que el Juan descansa en usted y todas las veces se manda a cambiar y no le deja nada en la despensa.

–Lo sé, don Ernesto, pero el Juan no es el de antes. Desde que supo que iba a encargar una niñita mujer cambió del cielo a la tierra. Si ni siquiera sé por qué no habrá llegado.
–Es que usted sabe que no se puede cruzar cuando empieza la brisa a ponerse diabla –le dijo el hombre con la intención de apaciguar los ánimos, ya que la discusión mezclada con la helada de la noche aparentemente estaba debilitándolos a ambos–. ¡Será mejor que se cubra con ese chal que está cerca de sus pies!

La estrepitosa nave dejaba entender que no aguantaría mucho si comenzaba a nortear con más vivacidad, pero el hombre encomendándose a Dios decidió ayudar a la joven madre y continuar su ruta pese a la solapada actitud de las olas. En sus tripas se dejaba sentir el leve cosquilleo que provoca el apetito, mientras sus manos encrespadas por la artrosis le indicaban que ya faltaba poco para jubilarse. A lo lejos divisaba los pechos montañeses que se erguían sobre la costa y que le señalaban que todavía quedaba al menos una media hora de navegación. De reojo miraba a su pasajera, una especie de hija adoptiva y vecina del lugar, a la cual desde niña protegió de los maltratos de un progenitor alcohólico y que ahora sufría en manos de un hombre mucho peor del que fuera su difunto padre. La mujer, en tanto, se lamentaba de su infortunio con un lloriqueo casi imperceptible, mientras sujetaba su vientre con ambas manos anhelando la cómoda cama de la sala común del hospital de Futrono, una hermosa ciudad cuya gente vive aún de la actividad agrícola y ganadera. Eran ya casi la una de la madrugada cuando la lancha arribó sin problemas al embarcadero.

–Hasta aquí la dejo –habló el hombre somnoliento–. Voy a ver si pillo un auto para que la acompañe hasta la guardia.

–No sé como agradecerle, don Ernesto, por todo lo que ha hecho por mí. Usted y la señora Marta han sido como unos verdaderos padres –le dijo la joven mientras en sus ojos brotaban unas agudas lágrimas de gratitud–. Siempre acompañándome en lo que más se pueda. Me apena haberlo defraudado cuando me enojé con usted, porque no quería que me juntara con el Juan.

–Así es el amor, hija. Cuando les pica el bichito ni a Dios escuchan. Pero yo me siento orgulloso de que sea una mujer de casa, trabajadora y me conformo con que saque adelante a los niños –hablaba el viejo mientras abrazaba a la mujer–. Cuídeme a la niña no más, no le quite los ojos de encima, no se la vayan a robar, porque de seguro va a salir tan linda como usted.

Mientras Carmen abordaba el radio taxi que buscó para ella el viejo lanchero, éste atizaba el viento con la mano, despidiéndose de la joven que se desdibujaba en el cristal del parabrisas posterior. Las luces del cielo le infundían un ligero coraje para retornar a Nahuelhuapi por el lago que a medida que se adentraba en sus aguas lo vestía de una tenebrosa garúa. Eran pasadas las dos de la madrugada cuando el motor dejó de sonar a unos cuantos kilómetros del atracadero del cual partiera por primera vez, quedando a la deriva en medio de una alborotada corriente que amenazaba con devorarlo junto a su lancha en cualquier momento. Había empezado a nortear con furia sólo hace un par de minutos y de nada le sirvió apresurarse en volver. Trató infructuosamente de equilibrar la pequeña embarcación, pero ésta terminó volcando con la tercera marejada, arrojándolo a las aguas sin piedad alguna. Años atrás se encontró en una situación similar cuando con el flaco Esteban quisieron probar un bote nuevo pese a las advertencias de los guardacostas. Ahí no tuvo otra alternativa que nadar casi quinientos metros hasta llegar a Isla Huapi. Pero al presente, él reconocía que tenía limitaciones, ya no era aquel muchacho de veinte años como antaño, bordeaba los sesenta y con una clara lista de enfermedades crónicas en tratamiento.

–Debo estar a kilómetro y medio –se decía, mientras miraba con rabia cómo había perdido su única fuente de ingreso mensual–. Mejor será que me ponga a nadar, si me quedo aquí la cosa se va a poner peor en menos de una hora.

Comenzó a nadar con todas sus fuerzas, braceando y mortificándose al pensar que debería ganarle la batalla a la próxima ola. Una y otra vez puso a prueba su suerte, la edad, una artrosis, aquella hipertensión que lo agitaba y esa diabetes que lo hacía insulino dependiente. Si bien no era más que un átomo en el infinito, la proeza de cruzar parte del Ranco a sus años lo contentaba profundamente. Motivando a gritos sus brazos y piernas para seguir adelante, en un instante llegó a sentirse nuevamente como el tiburón Maraboli, nombre que le puso la gente de la trilla cuando se apuró por socorrer al Mario Huentelaf que golpeándose borracho en una esquina del muelle cayó al agua inconciente. Mientras recordaba, la nocturna serenata siniestra que le dedicaba el viento apenas le permitió sentir la voz de su amigo y de la Marta que venían a su encuentro.

–Ernesto, hombre, sube rápido –le pidió el flaco Esteban con voz socarrona–. Yo sabía que te iba a encontrar huinca regalón.

–Apúrate en subirme no más –le habló feliz el viejo, ansiando estrechar a los dos ocupantes–. Por Dios que les eché de menos.

–En la casa están todos preocupados –dijo la Marta a su esposo con lágrimas en los ojos–. Ahora volvamos para atender a este hombre.

Ya en su dormitorio, el viejo miraba las viejas vigas de madera que sostenían su cabaña, las cortinas chinescas, la mesa de diario y el catre que lo esperaba para su descanso. Aunque no quería imaginar lo que pudo haberle pasado era inevitable para él no hacer una reflexión sobre la muerte, pero bien sabía que no había mucho tiempo para pensar: mañana tendría que salir temprano a cortar leña, a vender su último ternero, a cosechar papas u ofrecer leche en el pueblo para cumplir con la familia y aminorar en algo aquella pobreza en germen.

viernes, 6 de febrero de 2009

La primera creación poética

Los primeros pasos de la poeta nacional Ingrid Lobos Inzunza se identifican con una poesía sentimentalista, marcada por una notable tendencia a la evocación melancólica. En ella podemos visualizar su afán por crear un sujeto amoroso que habita en el pasado, lo cual se pone de manifiesto en el recuerdo de una situación ya vivida.

En esta poesía, al contrario de lo que sucede en sus posteriores producciones, predomina un sentimiento positivo del amor, la posibilidad de que el destino una nuevamente al hablante lírico con la figura amante, la añoranza de un antiguo encuentro feliz y la visión optimista de los amores a distancia:


QUIZÁS

Quizás,
no oirás
cantar la gaviota en el mar
o no escucharás
mis carcajadas tras la frontera
ni siquiera mis huellas
en la arena encontrarás,
porque el tiempo
se encargó de borrarlas de tu memoria
Sólo mi silueta
se dibujará en tu mente,
es decir, mi sombra,
ya que ni mi cara
recordarás al verme,
pero, quizás,
este adiós no sea para siempre
y en ese lugar
donde cantó la gaviota
o escuchaste mi risa
tras una luz fugitiva
nos encontremos sin querer
como la primera vez.


Aunque todos sus poemas tienen un estilo simple, su primera producción es más directa y no presuntuosa. Ante todo pretende llegar para quienes está escrita: los jóvenes.

Su producción posterior se caracteriza por una meditación profunda sobre la creación poética, el amor, la naturaleza y la recreación de situaciones por medio de la palabra. Amante del verso libre, deja volar las palabras, pero cuidando de no caer en neologismos. Esta etapa es más intelectual, emplea mucho las figuras literarias como la prosopopeya, el símil, la metáfora, la anáfora y el asíndeton. Se ciñe a la puntuación, porque señala que al lector hay que enseñarle a leer poesía. No utiliza la rima, pero sí sus poesías tienen una musicalidad para ser sentidos interiormente.

EN EL MAIPO

El sol se recuesta crapuloso
sobre los altos pechos montañeses,
mientras el río anuncia
su ópera desde la quebrada
y como un ave
se desliza el aire por el sendero
arrastrando mis hebras castañas
hacia tu rostro algarabío.

La luz del día ya no tiñe
de verde la solana espesura
y las bestias se recogen
silenciosas a los establos,
el sauce encogido ha cesado su llanto
es de noche en San José de Maipo.

Incorporándonos,
salimos de entre las rocas
caminamos hacia la carretera
anhelando otras gentes.


Algunos de sus referentes son Carlos Pellicer, José Batlló y Pablo Neruda.

Círculo de Escritores de la Cisterna

Él
(A mis amigos del Círculo de Escritores de La Cisterna)
Presumido hasta decir basta,
quejumbroso de amores,
en el mismo sofá de siempre,
como cabecera de mesa,
trabajando hasta el Domingo,
llorando con inquietud,
vergonzoso de cuerpo,
alborotador de partidos,
orgulloso de sí mismo,
maquinador de pasiones,
ese es él.

Y en un minuto envejece con el tiempo
Porque nadie vive como él.

Él, él, él.
Ese es él.

El que no persigue el olor de las flores,
ni encuentra la palabra perfecta,
el que no se esmera en conmover
y se deleita con los tambaleos de caderas,
el que ríe más de lo que siente,
pero cuando siente, siente de verás
el que tiene imperfecciones
y no se complica con detalles
ni disimula los rencores
ni vive de apariencias.

Él, él, él.
Y me apena que sea a él.

A quien mate la ebriedad
el cigarro y la nostalgia,
las ganas de amar,
el delirio y la añoranza,
la pendiente de su soledad.

Él, él, él.
Que sería de nosotras si no estuviera él.

De Poesías del tiempo lozano

REVOILUSIÓN

Hoy quiero liberar el pasado
abriré la memoria
al péndulo y al tictac
para que juntos se encarguen
de romper las trancas
de la mazmorra del tiempo cristal
que exánime
se niega a dejar
que los pensamientos se subleven.

Hoy me libero del pasado,
dejaré filtrarse el aire
por las rendijas de mi vida
para que como hojas
secas, mustias y sutiles,
los recuerdos arrastre por el sendero
y, así, revolverlos,
¡cual remolino de pétalos!
para desconocer el lugar
en el cual dejé caer
la semilla de esas flores.

Hoy el pasado se está liberando
lucha contra las vicisitudes del destino
y marchando
ha clamado por su emancipación
en las avenidas del desvelo.

Hoy el pasado frisa con la libertad
ha alzado su puño
y ha gritado: ¡revoilusión¡
mientras las meditaciones nocturnas
con decoro
le rinden un homenaje
y se ha sentido correr
por las avenidas del alma
y la risa del niño que fui
le ha traído la paz.

Regalándole un nuevo comienzo…

Publicada en Revista Avance Cultural Nº 9

DUDA

Tu voz me dice que algo pasa
siento en tu respirar que son otros tus latidos
ya no compartimos las mismas emociones
ni la misma sintonía de la tarde.

Tu voz me dice que algo pasa
algo ha cambiado en ti
ya no me desvistes con la mirada
ni combinas para mí el sol con la luna.

Tu voz me dice que algo pasa
las rosas ya no siembran para mí los caminos
ni las palabras resuenan aquí dentro.

Tengo Duda
Un soplo de cólera en la voluntad
De esa que nace de la hipócrita tranquilidad
Acerca de tu sentir y el mío.

Y no me siento culpable al presentirla
porque no es de mujeres
ni de hombres
es caníbalmente humana
y nos despedaza el alma;
nos come la esperanza del amor.

jueves, 5 de febrero de 2009

Para una poesía contra el abuso sexual infantil












LOS ULTRAJADOS

Los ultrajados se pasean por el balcón
y desde la parte superior
le hacen señas a los niños de la plaza
éstos no conocen la luz del sol
una malla atraviesa las cortinas
y detiene el vuelo de las mariposas
alguien parece venir
se miran mutuamente
el silencio se detiene
y comienzan los gritos
es la rutina de todos los días
dura tan sólo unas agudas lágrimas
el abusador desgarra los vestidos
y la inocencia de la pequeña Blanca,
mientras Erasmo presencia
la fatal desfloración
de repente
la puerta se cierra
retorna el silencio
se detiene el vuelo de una mariposa
en la malla del ventanal
y reincorporándose
hacen señas
desde la parte superior
a unos niños que jamás jugarán con ellos.

Combate la pornografía infantil
http://www.pedofilia-no.org/

miércoles, 4 de febrero de 2009

Homenaje a Víctor Jara en Centro Chileno Bernardo O`higgins

EL ÚLTIMO CANTO

El sol se esconde temeroso
en lo alto de la galería,
mientras el llanto coge
el balón de la vieja cancha
y maratónicamente
se retiran los soldados y sus armas del estadio,
dejando en el suelo ensangrentado
a los raudos jugadores
¡Viva Chile y Víctor Jara!
ha gritado un hincha en los tablones
alentando a una barra macilenta
a reclamar su libertad
y se levanta mi bandera
engalanada, bella, con soltura
dispuesta a exigir justicia
para los acordes malogrados
y se sienten las voces,
en el césped ya son cientos
un escenario reaparece de la nada
y el cantautor que se levanta
con llanto, dolor y rabia
en la represión del setenta y tres
un te recuerdo Amanda,
mas los perros odian la música
arrancan su lengua
y destrozan sus manos
las que se trizan ansiando en sus dedos
las cuerdas de una guitarra
¡Cantarás tu muerte compañero Jara!
y junto a ti…
morirá también mi verso.